• Crónicas gatunas •

Transitar la aceptación en un camino de huellitas felinas

Por Alexandra González Granados

Febrero, 2024

 

 

Cuando se pasan tantos años con una linda compañía, utiliza por lenguaje el amor, se hace difícil procesar su pérdida, hablar de ella y de las emociones que se experimentan día a día. Por momentos el duelo y la comprensión del vacío que genera, es algo que no se puede poner en palabras, así que quise rendirme al espacio blanco del papel, que permite enfocar los pensamientos y transformarlos en homenaje, el que siento que merece mi linda compañera de huellitas dulces color rosa claro, de pancita blanca y suave, que con el paso de los años me dio la más dulce compañía que alguien solitaria, soñadora y buscadora como yo, podría necesitar.

  

Pequeñita de mi corazón

 

Decirte adiós no fue fácil, quizás empezar por ahí no sea lo más preciso, recordarte es aún difícil, porque han sido 15 años de ti y de mí, juntas entendiéndonos, acompañándonos por un camino claramente estratégico y en el que yo necesitaba de ti…

 

Llegaste como un regalito de mi padre y de la vida misma, recuerdo aun tu miedo y tu grandeza dentro de un cuerpecito flaquito y juguetón, yo no sabía nada de los mininos y tú no querías saber nada de los humanos - por supuesto era esa falta de amor-.

 

 

Aprendí lo que te gusta y te di comodidad dentro de mi casa en aquel momento, te veía con tus travesuras, subiendo al árbol de navidad, trepabas como un tigrecillo que descubre en medio de la selva el único espacio para visualizar su reino; pues sí, tan territorial como tú, allí estabas, era fácil con el paso del tiempo reconocer los invitados oportunos y energéticamente complementarios conmigo, así como aquellos que simplemente no congeniaban, desde amigas que recibían tus ronroneos mientras hacían catarsis por sus corazones rotos, hasta amigas que generaban alergias repentinas porque “tengo un gatito”, se dejaban ir y venir con simpatía o desconcierto, veía con asombro como tú fácilmente reconocías con sensibilidad y, entonces, me llevaste a investigar y aprender de ti ese poder intuitivo que en mi propio ser también descubrí.

 

Llegaste para hacer un duelo y una apertura a la vida, un paso que necesitaba declarar en ese momento y juntas empezamos el capítulo de la independencia, el descubrimiento de una soledad alegre, novedosa y divertida, un camino de autoconocimiento, limpieza, sanación. Ahora entiendo lo que bien decía un gran amigo: toda maga necesita su gatita. Agradecí sin entender en aquel momento sus palabras, pero en estos años comprendí el gran sentido que han tenido para mí, ocupaste ese rol de la compañía que sana, sanaste mis dolores físicos y fuiste testigo de los enormes dolores emocionales por los que atravesé, considero que fuiste un catalizador de incertidumbres y penas, pero también eras la primera en recibir la alegría de mis abrazos y mi amor cuando lográbamos cada paso, ¡porque juntas los alcanzamos! Aún recuerdo las noches de incertidumbre en un nuevo ambiente donde el insomnio y el silencio de la noche me permitían pensar y conectar con la grandeza; al buscarte te alojabas en la ventana del departamento donde vivíamos, en las noches de verano de suave brisa, te refrescabas y en esos momentos sentía que me mostrabas la importancia de descansar la mente, de esperar y ser paciente, de disfrutar lo que hay, aquí y ahora.

 

Guardo imágenes en mi memoria que atesoro y alegran mi corazón, contemplarte en tiempos duros para mí era reconocer la pureza de vivir, el regalo de los aprendizajes.

 

Aunque mis capítulos de vida cambiaran de sitio, la primera que se debía adaptar eras tú y a través de este proceso me enseñaste que puedo, que soy capaz y que logro lo que me propongo, que puedo ser constante y que aunque el tiempo se pusiera exigente, el sol salía y brillaba para mí y para ti - ¡y bien que nos gustaban nuestros baños de sol en la ventana!-.

 

 

Después de tu partida, pasaron muchos meses antes de poder volver a ver tus fotos, tan solo verlas se nublaban mis ojos de tristeza y de vacío; ya no me recibes en casa, ya tus huellitas no están aquí, junto a mí, ni tampoco tu naricita, que me hacía encontrar la ternura en la simpleza o tus ronroneos amorosos en los días y noches de cansancio y de inspiración para las nuevas ideas ya no me acompañan… pero sigues acá en mi corazón, por siempre.

 

Fuiste creando conmigo un hogar, del que todos quienes me conocen han sido testigos que una linda pequeñita vino a vivir con nosotras estos últimos años; la esperaste conmigo, la viste llegar a casa, la viste crecer, la enseñaste a quererte, pero nunca le pudiste enseñar a no extrañarte, es algo que estamos aprendiendo cada vez que vemos tu estrella, aquella donde le dije a mi pequeña que te fuiste a descansar. ¿Es posible que me llene más de gratitud contigo? Te convertiste en su guardiana, era hermoso vernos las tres y ver a una bebita tierna dormir junto a una madura gatita. Con los años, tu energía disminuyó, pero mantenías esa astucia y exploración continua de tu alrededor, estabas atenta a las madrugadas de fiebre y malestar, estabas atenta cuando era momento de dormir y que caías de sueño a la par con nosotras.

 

Haz sido la más grande compañía que Dios me pudo regalar; caminaste mis caminos sin reparo, me esperaste cuanto pudiste hacerlo una y otra vez, me escuchaste, me entendiste, pero sobre todo estuviste siempre allí, paciente, tierna y amorosa, quizás las tres cosas que más debo aprender, quizás la lección de vida más grande que dejaste en este, nuestro hogar. 

 

Un siempre adiós

 

Cuando un ser como tu llega a la vida de un ser como yo, no terminaremos de entender su sentido, tal vez son muchas las fallas que esta humana tuvo, tal vez mucho trabajo te di, más que tú a mí. Me duele recordarte porque no te puedo abrazar más, ni darte más besitos esquimales, quizás porque ya esa compañerita de meditaciones y de sanación, no regresará más. Gracias, gracias, gracias por escogerme, por decidir quedarte a pesar de tus salidas y de tu independencia natural, gracias por tanto amor, dulzura, abrazos, maullidos, rasguños, peleas de box, mordisquitos de jugueteo, por cuidarme mi cabecita, por acompañarme a descansar y a repararme una y otra vez; gracias por inspirarme a pintar paredes y a verte en ellas, por entrar en mi maleta y volar conmigo a un nuevo país, por crear conmigo, por restaurar mis pedacitos, por cuidarla a ella, por avisarme que te ibas, por dejarte acompañar a dejarme…, y perdón, por no estar algunas veces, por exigir de ti adaptación y tolerancia a los cambios, porque quizás sigo aceptando que faltaron momentos, cosas, compañía y presencia, creo que aún sigo aprendiendo a extrañarte, sigo aceptando este espacio de vacío que una gran maestra me acompañó a forjar.

 

Tu patita siempre en mi corazón. En honor a Kitty María

 

Comentarios: 1
  • #1

    Giovanna Davila (miércoles, 28 febrero 2024 06:48)

    Lindas palabras, bendecido día Ale