Bogotá, Capital Intercultural
por Edgar Rodríguez Cruz
earorodriguezcr@gmail.com
Bogotá ha sido históricamente la última esperanza para muchas personas quienes huyendo de los vejámenes de la guerra o de las carencias ignominiosas de una estructura socioeconómica excluyente no han tenido más opción migrar al laberinto urbano y procurarse una suerte de futuro en medio de la multitud.
Bajo estas circunstancias Bogotá se ha convertido en una ciudad intercultural con raíces en todas las regiones del país, pudiéndose incluso afirmar, sin temor a exagerar, que la mayoría de las familias en Colombia tienen por lo menos un pariente en la Capital.
Tal como muchos manifiestan, “Bogotá es una pequeña Colombia”, y lo es no sólo por la riqueza humana y cultural, sino por la presencia de la problemática nacional, la cual se llega junto con las migraciones.
En el imaginario nacional suele pensarse que Bogotá se beneficia del país, o que los bogotanos nos aprovechamos económicamente de la estructura nacional. Nada más fuera de la realidad, en materia tributaria es el principal aportante nacional, obvio esto no hace referencia a regalías ni a los puertos, sino a la carga tributaria que recae sobre los individuos; es el principal mercado objetivo consumiendo gran parte de la producción y servicios nacionales; en materia de empleo la Capital contrata personas de todo el país, al respecto cabe resaltar que la mayoría de cargos en el sector público estatal son ocupados por personas de todas las regiones, no por bogotanos. Paralelo, la ciudad crece a espaldas del poder nacional, poder que no beneficia a la ciudad, todo lo contrario, dadas las características perversas del clientelismo y la corrupción política colombiana, Bogotá se ha convertido en su nicho de acción y usufrutuo, todo a costa de los impuestos de la ciudad.
Así, Bogotá tiene el complejo reto de superar lo doloso de la historia nacional, responder de forma decorosa y racional al flujo migratorio de nuevos habitantes, frenar la implacable acción de la corruptela nacional, y ante todo aprovechar la enorme riqueza cultural de la cual es heredera, proyectando de esta manera una ciudad incluyente, dinámica y de avanzada para sus nuevas generaciones o de lo contrario, irremediablemente, se sumirá en un tumultuoso caos de inconvivencia e ingobernabilidad.
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