Bogotá en enero, un momento de añorada tranquilidad

Por Édgar Rodríguez Cruz

Enero, 2024

 

 

Bogotá en enero es otro mundo. La ciudad, normalmente saturada, enloquecida por su propio ritmo y densidad, se transforma en un suspiro de tranquilidad. El primer mes del año es el mejor momento de la ciudad, un paréntesis de calma que anuncia la tormenta.

 

El caos que caracteriza a Bogotá durante el resto del año parece derretirse bajo los primeros rayos del sol de enero. Las calles, que usualmente se encuentran atrapadas entre el bullicio del tráfico y las hordas de personas, lucen vacías. La ciudad se vuelve un paisaje sin prisas, donde el ruido del tránsito se convierte en un eco lejano. Las interminables filas de autos y el cansancio de las largas horas en el tráfico se disipan como una niebla que se despeja por fin. Bogotá en enero se convierte, en una ciudad sin afanes lejos de la presión del ajetreo cotidiano.

 

El Transmilenio, ese gusano rojo que todo lo devora durante el año de repente se convierte en un espacio amable. Los buses, usualmente abarrotados hasta el límite de lo soportable, están más vacíos, casi cómodos. Los pasajeros pueden encontrar un asiento, dejarse llevar sin apuros, sin la necesidad de un combate por un pedazo de espacio. La sensación de calma se transmite a través del sistema de transporte, y el trayecto se convierte en una oportunidad para disfrutar del viaje.

 

Las calles, normalmente invadidas por el bullicio de los peatones, se abren para dar paso a los ciclistas. Bogotá, la ciudad que se ha erigido como la capital del ciclismo en Latinoamérica, se siente aún más acogedora para aquellos que nos desplazamos en bicicleta. Andar en bicicleta en enero es una experiencia placentera, pue se puede recorrer la ciudad a su propio ritmo, la ausencia de la prisa habitual permite un paseo relajado, casi como si el tiempo se hubiese detenido por un momento. 

 

Así, en su forma más cálida y despojada, Bogotá en enero se ofrece como una invitación a la tranquilidad y encuentro consigo mismo, a sentir a profundidad la íntima relación con las montañas y humedales, a experimentar la memoria latente del pensamiento y energía muisca que heredamos, a ser conscientes que somos arte de todo en esta ciudad que nos acoge y permite soñar cada vez más profundo.

 

Comentarios: 1
  • #1

    Mónica (viernes, 10 enero 2025 14:47)

    ¡Uy, sí, totalmente de acuerdo!