Chary Gumeta

(María del Rosario Velázquez Gumeta, Chiapas 1962)

Redacción editorial

Noviembre, 2023

 

 

Chary es una poeta, escritora, investigadora y gestora cultural mexicana nacida en el estado de Chiapas. En cuanto a su trayectoria académica, es licenciada en Letras Latinoamericanas y magister en Educación.

 

Ha sido invitada a diversos festivales internacionales de poesía, como el Festival de Poesía de Medellín en 2019 y al Festival de Poesía de Bogotá de 2022.

 

Además de su obra poética, resalta su labor como gestora cultural, vinculada a diversos diversos eventos culturales como el Festival Internacional de Poesía Contemporánea San Cristóbal de las Casas en México. Igualmente, resalta su trayectoria académica con diferentes publicaciones de carácter histórico.

 

En el marco de la conmemoración del Día de Muertos, celebración de gran importancia para la cultura mexicana, Chary nos comparte su poema "Celebración del día de muertos"  y el cuento "La procesión de las almas", ambos de la tradición Zoque.

 

 

 

Celebración del día de muertos

(Tradición Zoque de Chiapas, México)

 

Abuela pertenece a la etnia Zoque,

para ella es muy importante esta celebración

que dura siete días.

Se prepara con anticipación para esta gran fiesta, 

vendrán todos sus ancestros que han fallecido.

 

El 26 de octubre va al mercado muy temprano

compra parafina y pabilo para hacer sus velas y veladoras,

aguardiente y mistela, copal y estoraque, flores de Musá y Punupunú,

los ingredientes de las diferentes comidas

que pondrá en el altar y los que colgarán en el somé,

las telas blancas y moradas para los pendones que adornaran la pared, 

el papel de china picado y el mantel nuevo 

que pondrá en la mesa donde se encuentran los santos,

que como cada año en estas fechas serán acompañados

por fotografías de nuestros parientes.

 

Todo el día trabaja desde que vuelve a casa luego de las compras, 

prepara lo que adornará y dará de comer a los visitantes difuntos.

Por la tarde, en la máquina de coser costura las cortinas

que ataviarán el altar, pega en un hilo el papel picado

con diferentes dibujos alusivos a la muerte.

Una vez terminado, llama a mis tíos Rafael y Enedino,

la ayudaran a colgar los telones que ornamentaran el santuario.

Después va a la parcela contigua y corta un palo de bambú 

con él harán el somé, lo cubrirán con hojas de zapote 

y le guindarán las piñas, manzanas, pan de muerto, 

caña de azúcar, coco  y pencas de guineo.

 

 

Una vez que termina de elaborar todo,

coloca primero, los lienzos blancos que cuelgan desde el techo 

en cortineros y caen pegados a la pared, enseguida,

sobre el mismo lugar se sitúa el primer hilo de papel picado 

y así, uno tras otro va ubicándose en forma paralela

hasta que hace tres filas,

después cuelgan el somé

y luego vienen los telones morados 

que también cuelgan desde la cima 

recogidos en ambos, lados dejando un espacio al frente 

que muestra el resplandor y belleza del altar.

 

Seguidamente procede a acomodar los santos,

primero ubica al crucifijo como la figura principal 

en medio y arriba de todos los demás,

al lado la imagen de la virgen del Carmen

y del otro la imagen de la virgen de Guadalupe.

En orden coloca las imágenes en los clavos

Previamente puestos en la pared.

A continuación, va la mesa con el mantel nuevo,

ordena las fotografías de sus hermanos, tíos, 

abuelos, hijos y en medio de todos ellos 

la foto de mi bisabuela Alejandra.

La embellece con las flores, coronas de papel 

y Joyonaqués que trajo del mercado.

 

El 27 de octubre enciende la primera veladora

dedicada a los fallecidos en forma violenta;

el 28 de octubre enciende la segunda veladora

dedicada a los suicidas y almas perdidas;

el 29 de octubre otra dedicada a los que fallecieron ahogados;

el 30 de octubre una más para los niños que murieron

sin ser bautizados 

y el 31 de octubre temprano, prende la última luz para las animas solas,

olvidadas o que no tienen familiares;

ese mismo día inicia la gran celebración,

a las doce del día cambia todas las flores 

por flores frescas de Zempasúchil y Nangaño.

Enciende una vela por cada uno de nuestros ancestros 

y las coloca a los pies del altar.

dos velas más de cada lado del altar sobre tallos de plátano.

Se persigna y procede a llenar la mesa 

con todo lo que les gustaba comer y beber a nuestros difuntos:

platos de comida con Sispolá, Puxaxé,

Canané, Moní, tamales de Chipilin, Juacané, de hojas de Milpa 

y Pictes de elote, ané, café, atol, pozol de cacao, mistela, tzoy y cigarros, 

guineo, manzana, naranja, lima y mandarina, dulces de puxinú,

yumí, dulce de calabaza, higo en dulce, melcocha, jammaní, yonói, 

coyol en dulce y encurtido de nanchi y jocote, pan de cazueleja y rosquilla,

y un vaso con agua para los que lleguen sedientos.

Todo esto engalana la mesa, a diestra y siniestra los gajos de guineo, 

las veladoras en medio junto a toda la comida y golosinas.

 

Riega la juncia, enciende el copal con estoraque 

y procede a rezar en su lengua materna.

 

El día 01 de noviembre se celebra el Día de Todos los Santos, 

se dedica a las almas infantiles.

Por la tarde noche pasan los niños a las casas 

pidiendo dulces y gritando:

 

¡¡Qué dejó la almita tía!!

 

Y mi abuela les da lo que hay en la mesa,

en agradecimiento ellos a coro 

vuelven a gritar cuando se marchan:

 

¡¡Que viva la tía!!

 

Durante toda la noche vigilamos las velas 

y compartimos entre nosotros y parientes que nos acompañan

la comida y dulces que quedan.

El día 02 de noviembre es el Día de los Fieles Difuntos

y se asigna a las almas grandes.

 

A las dos de la madrugada nos dirigimos al panteón, 

llevamos la flor que se encontraba en el altar, tamales, café y aguardiente,

vamos a convivir con nuestra familia fallecida.

El panteón está de fiesta, 

todas las familias celebrando con sus muertos,

las tumbas lucen totalmente iluminadas con velas y veladoras,

es una gran alegría, se escucha diferente tipo de música,

abuela contrata la marimba, mientras comemos y bebemos

escuchamos las piezas que le gustaba bailar a mi bisabuela

o escuchar a mis tíos, es una gran algarabía,

la mañana nos atrapa en ese ir y venir, entre risas,

comidas y bebidas, la música y la plática. 

 

Volvemos a casa, felices de haber estado con ellos,

a esperar volver el próximo año.

 

Abuela guardó esta tradición por generaciones

herencia de mis ancestros,

ahora sigo sus pasos y usanzas,

a pesar de que la costumbre ha cambiado por el tiempo.

 

 

 

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La procesión de las almas

(Cuentos y Leyendas de la Etnia Zoque de Chiapas, México)

 

Mi abuelita contaba, que en los días de celebración de Día de Muertos y de Todos los Santos, no debíamos andar afuera de la casa a altas horas de la noche, porque nos podían espantar. Yo le preguntaba quién o quiénes hacían eso. Ella contestaba que los muertos que no les ponían veladoras en los altares. Eran las llamadas almas en pena y que en esas fechas andaban por las calle.

 

-Vengan a sentarse aquí, junto a mí, les voy a contar lo que le pasó a mi comadre Pachita.

 

Con gran curiosidad nos sentamos alrededor de mi abuelita mis primos y yo; ella empezó a narrarnos el acontecimiento:

 

-A mi comadre Pachita le agarró la noche en la calle, por más que apretó el paso no lo logró. Apresurada, casi corriendo llegó hasta la puerta de su casa. Cuando sacaba las llaves de su bolsa para abrir la puerta, alzo la vista y a lo lejos vio el peregrinar de personas con velas. Entró y cerró rápidamente, puso el cerrojo de seguridad; pero la curiosidad pudo más y entreabrió su ventana, quería ver quiénes eran  los que venían en esa procesión. 

 

Cuando pasaron junto a ella, una de estas personas se le acercó y le dijo: “Ten esta vela, préndela mañana que es Día de Muertos, pero esta noche lo vas a guardar debajo de tu almohada.” Y así lo hizo. Al día siguiente, se despertó y busco rápidamente debajo de su cabecera lo encomendado. Se llevó tremendo susto, no era el cirio que recibió sino un fémur de muerto.

 

Tuvo tanto miedo que lo tiró a la basura. Esa noche empezó a sentirse muy mal, tenía fiebre muy alta y escalofríos. Sus hijos preocupados fueron a traer al médico. Este no le encontró nada. Conforme pasaban los días ella estaba mucho más enferma. La internaron en el hospital, le hicieron estudios y los médicos no se explicaban su gravedad.

 

Cuando empezó a agonizar, llamó a sus hijos, les platicó lo qué vio aquella noche y lo que le había dado uno de los peregrinos. Sus hijos muy asustados le preguntaron donde lo había dejado para que lo llevaran a la iglesia, pero ya no contestó. Esa noche falleció. Dijeron que el susto la mató. 

Así terminó de relatar este acontecimiento mi abuelita Emilia. Por eso dice que en esos días, nadie debe andar a medianoche por la calle, para no toparse con la procesión de las almas.

 

Comentarios: 1
  • #1

    Lina María (miércoles, 22 noviembre 2023 08:00)

    Hermosa narrativa de nuestras tradiciones originarias.

 

 

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