Día de la Afrocolombianidad y la Cátedra de Estudios Afrocolombianos

Por Franklin Giovanni Púa

Mayo, 2023

  

Detrás del egipcio y el indio,

del griego y el romano,

del teutón y el mongol, el

negro es una suerte

de séptimo hijo,

nacido con un velo

(William Du Bois)

 

 

El 21 de mayo se conmemora el Día de la Afrocolombianidad, como remembranza histórica de la abolición oficial de la esclavitud en el entorno del ascenso de las ideas liberales a mitad del siglo XIX, durante la administración de José Hilario López. La conmemoración coincide además con la fecha propuesta por la UNESCO para realzar la diversidad cultural a nivel mundial [1].

 

Esta fecha especial, obviamente, ha coincidido con celebraciones, y movilizaciones en todo el país, especialmente lugares como Chocó y Buenaventura, territorios con una fuerte impronta de población afrodescendiente y enormes e históricos déficits en lo tocante a las condiciones de vida digna de dicha población.

 

Muchas inquietudes se renuevan desde las orillas de la academia y las políticas públicas en el registro siempre complejo de valorar, promocionar e incentivar la diversidad cultural, escenario básico de sociedades plurales que se configuran en el entrecruce de raíces culturales heterogéneas. Así, las preguntas interesantes sobre lo hecho y lo por hacer son pertinentes. Es en ese contexto que el tema de la consolidación de la Cátedra de Estudios Afrocolombianos (CEA) se antoja como una muestra necesaria de lo que dichas inquietudes representan, en una dinámica pocas veces fácil entre lo logrado y lo por lograr.

 

En este orden de ideas, desde hace varios años la Dirección de Inclusión e Integración de Poblaciones de la Secretaría de Educación Distrital convocó a la conmemoración del 21 de mayo con el propósito particular de reflexionar sobre un esfuerzo que no carece de incertidumbres, en especial cuando se constata que en muchos centros educativos la Cátedra se ha convertido en una especie de “acto cultural” que poco deja huella en el tiempo, corriendo además riesgos de validación constante de imaginarios cuestionables, como la afirmación de que la cultura afro tiene un valor importante en términos de danzas folclóricas, pero no de potencialidad en otras aspectos formativos y disciplinas del conocimiento.

 

El profesor de la Universidad del Cauca José Antonio Caicedo refiere que si bien la Cátedra se instaura en los años 90, ya en los años 70 del siglo pasado, en el Congreso de las Culturas Negras de las Américas organizada por Manuel Zapata Olivella, se encuentra ya propuesta. Así pues, el establecimiento de la Cátedra es un logro del entronque entre la reflexión académica con las reivindicaciones del movimiento social afrocolombiano frente a la ausencia de los estudios sobre las culturas negras en el sistema educativo.

 

Dos ideas enunciadas en el encuentro conmemorativo convocado por la SED llaman la atención como posibilidad de proponer alternativas de reflexión y acción sobre la realidad de la Cátedra de Estudios Afrocolombianos (CEA).

 

La primera de ellas la posibilidad de constituir un espacio que fundamentalmente se asuma como escenario de lucha contra el racismo, ya que la escuela sigue siendo lastimosamente un lugar de discriminación, abierta o velada, así, la CEA es una posibilidad de hacer una política del conocimiento que permita transformar la vida cotidiana de las escuelas, en donde el complemento con los saberes hegemónicos permite asumir esos otros saberes de lo cotidiano, del territorio próximo, del entorno, potenciando además al maestro como productor del conocimiento. Así, según el profesor Caicedo se puede entonces constituir la CEA como una forma de política intercultural, acorde con el tercer propósito de la constitución de la Cátedra [2], esto es, la eliminación de toda forma de discriminación racial y de racismo.

 

La segunda de ellas, gracias a la reflexión del profesor e investigador de la Universidad de la Guajira Ernell Villa Amaya, la afirmación de la cátedra como una pedagogía, más allá de una práctica coyuntural. Esto implica, entre otras cosas, la construcción de una epistemología que funde una pedagogía, en una dinámica que precisa de una integración que fluctúa entre el trabajo usualmente considerado académico-investigativo y el día a día de la escuela. Para ello una integración del trabajo que le dé sentido, de un lado, al afianzamiento del auto-reconocimiento y la identidad de los afrocolombianos y además, en el propósito de socavar las bases del racismo, en una dinámica que, como diría el sabedor afroecuatoriano Juan García, se mueve casa-adentro y casa-afuera.

 

En ambas propuestas se encuentra una muy interesante posibilidad que requiere de una transformación que no es fácil, es decir, asumir la CEA más allá de un compromiso legal e institucional requiere del empoderamiento del maestro (a) como factor de transformación, como sujeto que interviene y logra un impacto que no necesariamente se expresa en indicadores medibles, que logra encaminar la vivencia y el saber cotidiano y lo pone en el camino de la reflexión académica, que asume el propósito político de educar en y para la diferencia y no como la perpetuación de las prácticas de la homogenización y sus formas de exclusión, consciente del poder del lenguaje y la negación que de él se deriva, creativo (a) en las formas de asimilación de lo local, de las narrativas cotidianas sin desconocer los referentes teóricos que explican el hecho educativo, un educador (a) que haciendo consciente la dinámica de los racismos expresos y encubiertos interpele con respeto la negación y la exclusión.

 

El encuentro entre el esfuerzo histórico conjugado en la Cátedra de Estudios Afrocolombianos y la labor de maestros y maestras cuyo trabajo se invisibiliza de manera constante, generaría, de seguro ya lo está haciendo, un potencial transformador que tal vez no alcanzamos a dimensionar.

 

 

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Referencias:

[1] http://www.un.org/es/events/culturaldiversityday/

[2] Alcaldía Mayor de Bogotá. Secretaría de Educación del Distrito. La Catedra de Estudios Afrocolombianos en Bogotá. Avances, retos y perspectivas. Bogotá, 2014, pág. 17.

 

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