Dr. Rock: "El Rock ya cumplió su ciclo"

Gustavo Arenas, el Dr. Rock / Fuente: Facebook - Gustavo Arenas
Gustavo Arenas, el Dr. Rock / Fuente: Facebook - Gustavo Arenas

Por Karen Andrea Reyes

 2 de diciembre, 2019

Hacia el año 2012 inicié mi carrera de Comunicación social y periodismo. Las primeras entrevistas las dediqué a mi mayor obsesión: la música. Gustavo Arenas, el ‘Dr. Rock’ fue una de las personas que aceptó hablar conmigo. Aunque en ese tiempo era tímida y me costaba conversar fluidamente, Gustavo siempre estuvo dispuesto a pasar algunas horas con mi silencio y en modo de “monólogo”. Hoy, al enterarme de su partida, me siento afortunada de la gran oportunidad que tuve al escucharlo y por ello, comparto este registro de una parte de su vida, la que presenté en una clase, a mis 18 años.

El diagnóstico de uno de los consultorios musicales más controvertidos. Una tarde con Gustavo Arenas, pionero de la difusión del rock en Colombia.

Dr. Rock  /  Fuente de la foto:  Facebook  -  Gustavo Arenas
Dr. Rock / Fuente de la foto: Facebook - Gustavo Arenas

Dr. Rock: “El Rock ya cumplió su ciclo”

 

El Distrito le ofreció disculpas porque luego de 40 años de trayectoria se publicó una foto suya en la que lo señalaban como habitante de la calle. Ya se cortó el pelo, ya no sale después de las 9:00 pm, pero aún, con más de 60 años sigue hablando de la misma música, escuchando las canciones de siempre, aquellas que lo hicieron partícipe de todas las generaciones del rock colombiano.

 

Sus papás no lo dejaban escuchar tango pero sí le compraron su primer disco de The Beatles, fue de los primeros hippies que escandalizaron a los transeúntes de la calle 60 en Bogotá. Su actitud inquieta e irreverente lo llevó a alejarse de los escenarios rumberos prefiriendo la estruendosa batería rock n’ rollera, sacó a sus hijos adelante sin tener siquiera un título de bachiller y puede sentirse orgulloso de haber organizado los primeros conciertos de rock en Colombia, sin apoyo de la alcaldía ni del Distrito, “todo hecho con las uñas”.

 

Gustavo Arenas me llamó a las 2:30 pm, se me adelantó en el recorrido hacia un salón comunal en Fontibón, donde la sala de ensayos “Hall” tenía preparada una tarde de ‘toques’ de rock y metal pesado. Lo encontré recostado en un muro, detrás de varios ‘mechudos’ que esperaban en el andén, con sus instrumentos en la espalda.

  

Hace un año no veía al Dr. Rock, tenía una barba oscura con algunas canas, ya se había cortado el pelo, no dejaba esa sonrisa amena y algo tímida que lo caracterizaba. Pasaron algunos minutos y empezaron a acercarse las personas curiosas por ver a una leyenda viva del rock colombiano, frases como: “señor, yo lo he visto en televisión” y  “usted me parece una chimba” empezaron a ser repetidas entre los asistentes al pequeño concierto.

Dr. Rock / Fuente de la foto: Facebook - Gustavo Arenas
Dr. Rock / Fuente de la foto: Facebook - Gustavo Arenas

Alejados de los halagos y de los grupos de metaleros, Gustavo y yo nos quedamos cerca del muro. Su mirada se perdía entre las grietas del piso de cemento, yo me encargaba de enumerarlas, al tiempo que intentaba construir una cronología de sus memorias. Al Doctor Rock le gusta la música de carpintería, esa que caracterizaba a los sesentas y los setentas, pues su era sin duda fue la del hippismo, en esos tiempos las bandas tenían sus herramientas y se turnaban sus labores. Así como algunos carpinteros trabajan con las sierras mientras otros se dedican a martillar.

 

Arenas organizó el primer festival de rock en Colombia: “El festival de Ancón” realizado en Lijacá y que congregó a más de 300.000 personas. No pasó mucho tiempo para que la ideología de la paz y el amor se ahogara en su psicodelia. Pasó a ser parte de la moda, el hundimiento propio de las adicciones y el juego mercantilista que se apoderaría de las siguientes generaciones, que Dr. Rock despreciaría hasta el día de hoy.

 

Dr. Rock / Fuente de la Foto: Archivo Gustavo Arenas
Dr. Rock / Fuente de la Foto: Archivo Gustavo Arenas

La carpintería evolucionó a una fábrica industrial hacia a los años 80’s. El afán que alimentó al mundo posmoderno también desesperó a los sonidos del metal y el punk, que se identificaron con los imaginarios violentos y confrontativos. A Arenas no le disgustaba eso, sencillamente decía que los colombianos no han sabido igualar las metáforas de los artistas internacionales: “Aquí se dedicaron a repetir que el caos y la destrucción, que la muerte y que la oscuridad, esos temas construyen poesía, pero aquí hay poca gente leída, no son capaces de escribir letras nutridas, inteligentes y que hagan que otras personas se identifiquen”.

 

El Dr. Rock tiene autoridad moral para criticar los sonidos, incluso sin ser músico, pues para él su trabajo era estar entre el público. A mediados de los 80’s se fue a Estados Unidos buscando ingresos para su familia. En 1986 fundó su tienda la ROCK/OLA la primera tienda dedicada a la venta de vinilos y cassettes de música rock. Las personas por primera vez pudieron ver vídeos musicales, comprar ropa con logotipos de sus bandas favoritas, afiches y toda la indumentaria que se convirtió en un símbolo ineludible de los aficionados.

Logo de la tienda Rockola, fundada por Gusstavo Arenas en el Centro Comercial Vía Libre
Logo de la tienda Rockola, fundada por Gusstavo Arenas en el Centro Comercial Vía Libre

Se dedicó a la radio y a la prensa, sus conocimientos empíricos lo hicieron trabajar en Radioacktiva, tuvo su propia revista “Rock Cine Mundo” y a pesar de que nadie podía negar su talento ni su conocimiento en el área, poco a poco fue siendo apartado de los medios masivos por su fobia a la publicidad y sus comentarios escuetos. A Arenas no le gustaba “acallar su filosofía” él seguía trabajando abiertamente en su “revolución mental”, no creía en partidos políticos y aunque se reconoce católico porque lo bautizaron, no es practicante.

 

En los años 90’s escribió para el diario La Prensa, coordinó la publicación de la historia del rock en fascículos bajo una licencia del diario El País de Montevideo. Permaneció allí hasta 1996 cuando el diario desapareció, la siguiente década la recibió con el rock en español, “ese rock arrodillado, manipulado y conveniente que dejó a Juanes y a Shakira como verdaderos exponentes del género”. El Dr. Rock no quiere escribir sobre ellos, prefiere trabajar como freelance, prefiere ser entrevistado por estudiantes como yo, por ejemplo.

 

Volvimos al salón comunal para ver a las bandas, ninguna de las presentes tenía integrantes que superaran los 25 años de edad. El tiquete costaba 10.000 pesos, mientras que cada agrupación debía abonar 120.000 pesos para poder tocar. El resultado fue: 25 minutos por banda y un refrigerio que jamás se repartió.

 

Hablamos de lo difícil que era sostener una banda de rock en Colombia, “la mala costumbre nos quedó de los videos de Woodstock, las personas rompieron las barandas para ingresar al concierto, tuvieron que dejarlas y que fuera gratuito, fue una excepción en el rock norteamericano, pero para nosotros se volvió una regla” dijo mientras suspiraba y volvía a esconderse en una mueca. Gustavo deambuló por el salón, tomando algunas fotos, “me alcanzó para comprar la cámara pero nunca para un filtro” señaló. Se tocó la cabeza, siguió el ritmo en algunos momentos y solo se detuvo para observar los primeros pogos.

 

 

“Hace poco me volví a meter en un pogo, pero era porque estaban conocidos, viejos amigos de cuando tenía la ROCK/OLA, de otra forma no me atrevo” me dijo entre risas, la conversación se cortaba en ciertos momentos, interrumpida por la vibración del suelo, el “headbaning” y los primeros que caían por tropiezos, mareo o el alcohol. Los pogos también son cosa de aprendizaje, hay reglas inamovibles, pueden reventarte la nariz, hacerte caer al suelo, golpearte con firmeza, pero siempre te dirán “qué pena parcero” y entonces entiendes que no fue con mala intención, que hace parte de ello.

 

Antes del último grupo, salimos del lugar. El Dr. Rock dejó de lado su sonrisa amable: “El rock ya cumplió su ciclo, ya no existe casi público, ahora todos son músicos, pero son músicos que imitan, que reproducen lo que ya se hizo, la magia está en componer, en revolucionar, pero eso ya no se ve”, dijo.

 

Asentí sin pronunciar una palabra, para permitirle extender su crítica: “Yo siempre he tratado de ir en contra del consumo y eso representaba el rock al principio, pero ya estamos también uniformados. La ‘gomela’ que va al centro comercial a buscar su ropa no se diferencia del metalero que va a comprar sus camisetas en San Victorino... Tantos años han pasado, hemos logrado tantas libertades y ahora somos los más cerrados mentalmente”.

 

Dr. Rock, por Bedoya / Fuente Facebook
Dr. Rock, por Bedoya / Fuente Facebook

 

Su desilusión se entrecortó al momento en el que acomodó su cámara y repasó con una mirada cansada el registro fotográfico del día. “Yo espero que pronto llegue otro loco, uno que revolucione de nuevo todo este cuento, tengo la esperanza de que aparezca, no me importa cuando, no sé si pueda verle, para nadie es un secreto que ya tengo más de una pierna en el otro lado”, concluyó.

 

Nos despedimos, lo vi caminar entre los músicos que se subían a los buses por la puerta de atrás. Se diluyó rápidamente entre ellos, entre los ladrillos que se aceleraban con cada uno de sus pasos.

 

Fotografía: Revista Rockmusicmachine
Fotografía: Revista Rockmusicmachine


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