Género y No Violencia
La resistencia a la instrumentalización, justicia terapéutica hacia un nuevo paradigma en el mes de la No Violencia
Por Daisy Yael Castañeda
Noviembre, 2024
En este mes dedicado a la no violencia contra la mujer, el desafío trasciende las fronteras de lo evidente y entra en una esfera más profunda: cuestionar las estructuras de poder que sostienen la violencia de género y explorar un nuevo modelo de justicia que, además de castigar, busque reparar y transformar. Este modelo debe ser capaz de eliminar prácticas que, lejos de proteger, terminan actuando como herramientas de omisión y revictimización, distorsionando los principios de equidad y respeto para ejercer poder sobre quienes buscan justicia. Esto nos invita a explorar un modelo de justicia que, más allá de la simple sanción punitiva, busque también la reparación y transformación de las relaciones sociales y de poder que perpetúan esta violencia. En este contexto, la justicia terapéutica emerge como una alternativa para enfrentar no solo a los perpetradores de violencia, sino también a las instituciones que, de manera consciente o no, reproducen prácticas revictimizantes que afectan gravemente a las mujeres.
Este abuso de autoridad y manipulación de principios como la equidad y el respeto constituyen una forma de violencia institucional: un tipo de agresión que transforma a las mujeres en objetos de trámite, cifras en expedientes o casos burocráticos que deben ajustarse a formalidades arbitrarias. En lugar de proporcionar un entorno seguro y empático, muchas instituciones judiciales y de protección terminan distorsionando sus propias funciones, convirtiendo procedimientos y políticas en obstáculos y opresiones. La violencia institucional no solo agrede a las mujeres en su dignidad, sino que las coloca en situaciones donde la búsqueda de justicia se convierte en una prolongación de su sufrimiento, enfrentándolas a la omisión y a un tratamiento insensible en el sistema.
Es aquí donde la justicia terapéutica presenta un cambio de paradigma. Este modelo, propuesto por el profesor David Wexler en 1996, observa los efectos de las prácticas legales no solo desde un enfoque punitivo, sino también desde una perspectiva terapéutica. Esto implica considerar cómo los procedimientos judiciales afectan el bienestar emocional, psicológico y social de las personas que los atraviesan, especialmente de las víctimas de violencia de género. En lugar de ser un sistema que revictimiza y genera barreras, la justicia terapéutica aboga por un enfoque sensible y reparador que priorice el apoyo emocional y social a las víctimas, lo cual es fundamental en un contexto de violencia contra la mujer.
La justicia terapéutica aboga por que los sistemas legales y las instituciones adopten una postura de apoyo y recuperación, permitiendo a las mujeres afectadas por la violencia encontrar un espacio
seguro dentro del sistema judicial. Este modelo de justicia propone integrar conocimientos de psicología, trabajo social y criminología, fomentando prácticas que miren más allá de los hechos criminales y busquen abordar también los efectos traumáticos en la vida de las víctimas. Al hacerlo, se transforma la justicia en un medio de sanación y no solo de retribución. Esto es esencial en contextos donde el sistema tradicional muchas veces ignora el impacto emocional de sus prácticas, como la burocratización o los enfrentamientos directos entre las partes, y donde la mujer acaba siendo sometida a una nueva forma de abuso.
Aplicar la justicia terapéutica en contextos de violencia de género e institucional requiere un cambio de mentalidad en todos los actores del sistema judicial, desde jueces hasta abogados y trabajadores sociales. Este cambio implica reconocer que la violencia contra la mujer no se limita a las acciones individuales de un agresor, sino que también se ve exacerbada cuando las instituciones no cumplen su rol protector y actúan como cómplices de esa violencia. Un sistema de justicia que siga prolongando el dolor de las víctimas con procesos inhumanos, actitudes frías y una burocracia sin empatía no es un sistema verdaderamente justo. La justicia plena solo puede lograrse si el sistema deja de ser cómplice y comienza a reconocer su responsabilidad en la perpetuación de estas dinámicas.
Integrar la justicia terapéutica en la lucha contra la violencia institucional significa replantear y eliminar actitudes y prácticas dentro de las instituciones que, lejos de proteger, intensifican el sufrimiento de las víctimas. En este sentido, es necesario que el sistema se transforme en un espacio de acogida, donde las mujeres se sientan seguras y respetadas, y donde sus experiencias y emociones sean consideradas en la búsqueda de soluciones y protección. Esta visión humanizadora de la justicia no solo contribuye a la protección de las mujeres, sino que también promueve una sociedad más equitativa, en la que las instituciones cumplen su función con empatía y respeto.
Este mes de la no violencia es un recordatorio de que la igualdad de género no es solo un ideal abstracto, sino una realidad tangible construida a partir de cambios en la justicia y en las relaciones de poder. Integrar este paradigma terapéutico en casos de violencia de género contribuiría a que las instituciones no se conviertan en cómplices de la violencia, sino en protectoras activas de la paz y el bienestar. La justicia terapéutica tiene el potencial de transformar el tratamiento de estos casos, al considerar el impacto psicológico y social de cada intervención, y al ofrecer un enfoque que da prioridad a la sanación, la prevención y el apoyo efectivo a las víctimas.
Lograr una verdadera igualdad implica que la justicia no solo castigue a los culpables, sino que también actúe como un agente de sanación y transformación, respetando y protegiendo a quienes buscan ayuda. La igualdad de género debe reflejarse en la práctica cotidiana y en un sistema de justicia que, en lugar de ser un obstáculo, sea un aliado en la lucha contra la violencia de género.
Que el mes de la no violencia contra la mujer nos inspire a vivir una igualdad real, a hacer de la justicia terapéutica un pilar en nuestras instituciones y a crear una sociedad donde el respeto y la empatía sean la norma y no la excepción.