Inception y los laberintos del sueño
Por Juan Carlos Carvajal Sandoval
Julio, 2024
Encuentro una metáfora atinada para definir la película de Christopher Nolan Inception: un laberinto, un inmenso laberinto de múltiples niveles que descienden a través del sueño. El protagonista es Cobb, un ser dotado de la inmensa capacidad de controlar los sueños con total lucidez, incluso, haciéndolos colectivos, de manera que puede “extraer”, de manera delictiva, ideas del subconciente de los soñadores que le pueden ser útiles o reveladores. No obstante, el punto de ruptura llega cuando se ve obligado a efectuar un “inception”, sembrar una idea en la psique de una persona, ocasionando que, como si se tratara en efecto de un cultivo, al crecer lo suficiente pueda ocasionar una radical transformación a través de las decisiones del soñador ya despierto.
La película navega a través de un despliegue visual fascinante. Escaleras de Penrose, interconectadas a sí mismos produciendo blucles, calles que se doblan en un eje para sostenerse sobre el cielo creando megacomplejas arquitercturas, juegos de espejos, en claro homenaje al monumental plano de El Ciudadano Kane, todo conectado a través de la también imponente banda sonora de Hans Zimmer hacen de Inception un espectacular deleite. Pero no se trata solo de eso: la trama conserva, a su vez, una construcción milimétrica, como si se tratara de una cuidadosa pieza de relojería, en donde todo detalle está concadenado y nada queda al azar. El resultado es una película compleja, de difícil abstracción, pero que invita a varias miradas para poder lograr vislumbrar una comprensión total, pues siempre está rodeada de enigma y misterio.
Otra de las grandes virtudes de Nolan es la de unir, en los diversos niveles narrativos, las múltiples dimensiones del sueño, mediante uno de sus ejes transversales: el tiempo. Los instantes transcurridos en la primera dimensión de la realidad onírica, se multiplican exponencial a medida que los soñadores “sueñan dentro del sueño”. A través de ralentizaciones y una gran muestra de dominio del montaje, la película yuxtapone todos los niveles, generando gran emoción, sumando esporádicas escenas de acción muy contenidas y coherentes con el desarrollo de la historia.
Pero, considero, el mayor acierto de Inception es la de invitar al espectador a ver los sueños de otra forma. Si bien, no todas las ideas allí expuestas son rigurosamente científicas, la película llama a indagar sobre los sueños lúcidos y nuestra capacidad para manipularlos. En los sueños se cifra un inmensurable poder creativo y una fuente inagotable para comprender la “realidad”. Pero más allá, Inception nos invita a ser artífices de nuestro propio destino, de modelar los sueños como si se tratara de una materia alquímica, profundamente poderosa.