Septiembre, octubre de 2019
Jean Portante
Luxemburgo, 1950
Poeta, novelista, traductor, periodista. Su obra, escrita en francés y traducida a numerosos idiomas, incluye unos cuarenta libros: poemas, relatos, obras teatrales y novelas. Tradujo una veintena de libros de la literatura mundial (de los cuales los poetas Juan Gelman, Jerome Rothenberg, Gonzalo Rojas, Maria Luisa Spaziani, John Deane...). Desde el 2006 forma parte en Francia de la Academia Mallarmé. Recibió numerosos premios en Francia, entre ellos el prestigioso Premio Mallarmé así que el Gran Premio de la Unión de Escritores 2003, para el conjunto de su obra. Su obra poética escrita entre 1983 y 2013 fue reunida en 2014, bajo el título Le travail de la baleine. Publicado en Luxemburgo por la Editorial PHI.
Entre sus últimos libros se encuentran:
En lengua española se publicaron:
EL JARDÍN DE PALABRAS:
LA POESÍA DE JEAN PORTANTE DEL LIBRO:
“LA TRISTEZA CÓSMICA / CONCEPCIONES”
Por Tatik Carrión Ramos
Leer la poesía de Jean Portante, es como pasearse por un jardín extenso, lleno de flores, hojas, colores, aromas y pájaros. Allí, donde la belleza y el asombro caminan de la mano. Mientras vas leyendo, vas descubriendo el multi-verso del lenguaje propio del poeta, aquella ballena que se adapta a la vida, esa maravillosa metáfora que el autor inventó para nombrarse así mismo, en aquello que podemos denominar: “emigración y adaptación”. Así son los poemas de este hombre que siembra su jardín de palabras, arreglando aquí y allá, esperando la noche para regar de luz su preciada rosa de los vientos y el día, para remover la tierra y acariciar las espinas.
La tristeza cósmica/Concepciones, es el libro de la reconstrucción, expresado por el mismo poeta que, en una autorreflexión de lo que ha sido su escritura, nos comparte este hallazgo; podríamos decir entonces, que este libro es la cartografía de su lenguaje ballenístico dividido en dos grandes partes que dejan ver, dos mundos provenientes de la misma creadora: La poesía. Vale la pena contar que, para leer este libro, hay que hacer un rastreo de Jean Portante en todas sus obras, para saber que, su creatividad no tiene límites, deja pistas en sus libros como quien deja migas de pan para marcar el camino y dar significado a la existencia en general y a la suya en particular y comprender su lenguaje único y rico que, permite juegos de palabras tan divertidos como tristes.
En “La tristeza cósmica”, entramos al paraíso de la astronomía poética, en donde todo de manera surrealista y magistralmente, sucede. Un libro de varios caminos y capítulos, de temáticas, de seres como las estrellas, la luna, la noche, el viento son protagonistas o testigos de una historia, pero también, los humanos, esos seres impredecibles y misteriosos, tienen allí un lugar o mejor, muchos lugares en los que pasan por procesos alquímicos y poéticos y entonces, cada poema es una obra de arte brillante en el espacio sideral con la participación inocente de los animales que, habitan las palabras para conmover nuestro espíritu.
Se destacan también, frases muy contundentes sobre todo en los finales de cada poema, como, por ejemplo:
“No tenía más que mis párpados para retenerte
porque tú atravesabas
de cabeza como si fueses a nacer”.
O también:
“De dónde viene entonces el perdón si no es,
de las historias que me cuento,
botellas echadas al mari inventando
que vienen de la tierra
mientras que todos saben que
primero estaba el agua”.
Hablar del perdón, de la cotidianidad, de las historias que nos suceden y que nos inventamos y muchas veces nos creemos, abordar esa temática de la reconciliación, tan importante a nivel universal, más ahora en Colombia, es una invitación a través de un poema, en estos días que se viven tan inciertamente oscuros porque como dice el poeta: “Aquí la sombra, vive en la sombra”, y la luz nos la da el arte, en este caso, las palabras.
Siguiendo esta ruta de palabras, llegamos a la segunda parte, “Concepciones”, en donde el poeta dedica a su madre, todos los poemas allí contenidos y cuyo nombre de este libro, es el mismo que la identifica a ella.
Se trata de textos cortos, escritos durante la permanencia de la madre del poeta en el hospital. En donde se describe el ambiente, la enfermedad, los instrumentos que hacen parte de ese lugar, de la muerte, de la infancia, pero, sobre todo, de la existencia, de observar y sentir, y, a partir de allí, crear una atmósfera, vivir o sobrevivir en ella y hacer terapia con las palabras que se convierten en poemas que cuentan una situación, pero que, al tiempo, liberan aquel hijo escritor que no tiene otra forma distinta de expresarse ante el silencio de su madre, sino es con poesía. Para hablar de ello con mayor énfasis, cito el fragmento del poema “Desde que dejaste las palabras”:
Desde que dejaste las palabras
Y también dejaste las imágenes
Tu rostro ha tomado la forma de la eternidad
Que cuando abres la boca se esconde
En tu aliento y cuando abres los ojos
Se escapa y toma la forma
De un pájaro soplador
No es acaso por eso que ya no canta (…)
La delicadeza y la fuerza narrativa y poética, están presentes en cada frase construida, nada se pierde en ese mundo de las clínicas, todo se junta para vivir en los pasillos, los párpados, las pestañas, las manos, el silencio, un quejido, los médicos y en la blanca pared, la sábana y el caballo blanco en el que va un ángelperegrino que, ahora todos conocemos a través de este libro en el que sus alas son las hojas que convocan a la memoria, a la eternidad y al amor tierno y único de un hijo que acompaña a atravesar el umbral del tiempo a “Concetinna”, palabra y silencio de su corazón. Finalizo este texto, con su poema más natural y delicado: “Soplas en vez de respirar”
Soplas en vez de respirar
Es como si le dieras
Besitos a la ausencia.
***
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