La reconciliación pasa por la democratización de la democracia 

Por Miguel Barreto Henriques*

Septiembre, 2024

 

 

Los procesos de transición política y de posconflicto evidencian la necesidad de colocar la reconciliación en el centro de la agenda política. No obstante, no existe un consenso frente a lo que esta noción implica. Se proyectan en la reconciliación diversas subjetividades teóricas, políticas y éticas. Unos, influenciados filosóficamente por el cristianismo asocian la noción al perdón. Otros, tienden para una perspectiva más minimalista y vinculan la reconciliación con la coexistencia pacífica entre antiguos enemigos. El sentido común asocia esta palabra a una situación de volver a las amistades después de una ruptura, aunque, en un escenario de posconflicto, la reconciliación no implique armonía, ni unión. Algunas de las más recientes aproximaciones teóricas a la reconciliación subrayan su naturaleza multidimensional, que abarca cultura, estructura y agencia. Otros estudios vienen visibilizando prácticas locales y procesos comunitarios.

 

Según John Paul Lederach, la reconciliación es el lugar donde el pasado y el futuro se encuentran. El énfasis no está en recordar per se lo hechos traumáticos, sino en dialogar con el pasado, de forma a construir un futuro mejor, a garantizar las condiciones para la no repetición, y a proyectar otro tipo de comunidad política en paz. Se asocia a lo que Walter Benjamín designaba como una “memoria moral”, vinculada a las demandas de justicia, de protección de los derechos humanos, a la reconstrucción del tejido social y a la profundización o instauración de la democracia. En esa medida, no debemos de ninguna forma entender la reconciliación como un volver al statu quo ante bellum. Nelson Mandela hablaba de construir una “nueva Sudáfrica”. Salomón Lerner, director de la Comisión de la Verdad y Reconcilación de Perú, planteaba la reconciliación como una “refundación del pacto social”. 

 

La reconciliación exige procesos de verdad, justicia y reparación, reformas y cambios estructurales. Cuando un conflicto armado se cruza con profundas desigualdades a nivel polìtico, social, económico o cultural, la reconciliación no se puede plantear unicamente como un simple proceso psicológico o emocional. La perpetuación de la violencia en la historia de Colombia tiene vínculos notorios con la naturaleza imperfecta, excluyente y oligárquica de su sistema político. Como bien enfatizó el acuerdo de paz de la Habana, construir la paz en Colombia implica construir un régimen más democrático, participativo e incluyente, que integre las voces, territorios y sectores sociales tradicionalmente marginados. 

 

Pero el camino para la paz y la reconciliación pasa también por la construcción, a nivel social, de una cultura y de un ethos democrático, asiente en el pluralismo, el respecto a los derechos humanos, y la resolución no violenta de conflictos. No está en juego uniformizar, ni borrar las diferencias, pero encontrar puntos de encuentro, nuevos patrones de relacionamiento, que confieran legitimidad al otro y permitan reintegrarlo en una misma comunidad moral. En un contexto como Colombia, que enfrenta un escenario de profunda polarización, ese podría ser el áncora reconciliadora entre esos dos países tan distintos que se confrontaron en el plebiscito al acuerdo de paz – la democratización de la democracia.

 

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* Miguel Barreto Henriques es profesional en Relaciones Internacionales y doctor en Política Internacional y Resolución de Conflictos de la Universidad de Coimbra, en Portugal, donde presentó la tesis “Laboratorios de Paz en territorios de violencia(s): ¿abriendo caminos para la paz positiva en Colombia?”, premiada por la Casa de la América Latina como mejor tesis en ciencias sociales y humanas en 2013. Fue, durante varios años, director del Observatorio de Construcción de Paz de la Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano. Actualmente es Profesor Asociado del Departamento de Ciencia Política de la Pontificia Universidad Javeriana. Tiene diversas publicaciones en el campo de la Investigación para la Paz, con particular énfasis en Colombia y América Latina. Sus actuales intereses de investigación son la implementación de acuerdos de paz, la reconciliación, las comisiones de la verdad, la memoria y el arte como instrumento de construcción de paz.

 

 

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