Manuel González Hernández
Mayo - Junio, 2018
Nací en Bogotá en 1975. De formación en Filosofía y posteriormente en Bioética. Me dedico a la docencia e imparto talleres de lecto-escritura. De igual forma realizo crítica cinematográfica para publicaciones tales como la revista Acine y con frecuencia participo en programas radiales. Actualmente, con el apoyo de los escritores españoles Javier Sierra y Javier Moro estoy preparando la publicación de un libro de relatos cortos.
Hace una semana intentaron matarme. El asesino llegó de forma sorpresiva y expedita. Me hirió varias veces de manera certera. Oponer resistencia fue inútil, la situación nueva para mí, me sobrepasaba y fui fácil presa de aquel que conocía bien su oficio.
De forma extraña e igualmente inexplicable al momento de darme la estocada final retrocedió y se alejó con la misma presteza y sigilo como había llegado.
¿Por qué? ¿Cuál era la razón para hacerme daño? En el fondo ¿solo quería herirme? ¿Sintió, pensó o simplemente se arrepintió de su obrar? Lo ignoro. Solo sé que desde entonces estoy malherido; en un estado de quietud, aún mayor que antes, cavilante sobre las razones que motivaron semejante ataque.
Creía no tener enemigos. Pensaba que no le había hecho mal alguno a nadie en particular, menos aún para que alguien decidiera acabar conmigo.
Mi existencia era tranquila, pausada. Vivía ensimismado…absorto en mí mismo; casi independiente, ajeno al mundo y de una u otra forma feliz…cada vez más feliz.
Todas estas razones hacen aún más inexplicable el ataque sufrido pues revelan mi estado pacífico y mi limitada relación con el entorno.
Repaso mi relación con la mujer que me alberga. Con ella nunca ha habido discrepancia alguna. Ni un sí, ni un no.
Quizá no tengamos más que una relación distante pero siempre se ha manejado en términos aceptables para ambas partes.
Ella es una mujer joven que de un tiempo para acá llora con mucha frecuencia y pasa muchas noches en vela. Lleva una vida normal que se ha visto eclipsada por una profunda tristeza que opaca su natural ternura y dulces maneras.
Se ha dirigido a mí en pocas ocasiones y aunque lo hace de forma parca, aprensiva y distante, sé que en el fondo es una buena mujer…la mejor mujer del mundo.
Ojalá en estos instantes de dificultad pudiera contar con su ayuda y colaboración.
No sé realmente a quien más recurrir y mucho más que en estos instantes percibo algo que me aterroriza.
El asesino ha vuelto y es claro que esta vez está dispuesto a terminar lo que empezó.
Ayúdame por favor Ma……..
Pocos momentos después el medico mira a la enfermera y le hace un gesto inclinando levemente la cabeza.
El inconcluso aborto ya ha sido terminado.
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