Encontrarse con el señor Eliot

(Meet Mr. Eliot)

Gabinete de curiosidades de Pablo Estrada*

 

 

A modo de preámbulo

 

Una intención permanente de la comunicación masiva —ya fuera a través de la prensa u otro medio— ha sido la confluencia de entretenimiento e información, desde las fábulas hasta los Youtubers, pasando por la divulgación científica, los cineclubs, los fanzines, el Almanaque pintoresco de Bristol o el Álbum de Chocolatinas Jet de Historia Natural y remontándonos a Diógenes Laercio, Vasari, Montaigne y, por supuesto, la Enciclopedia —así con mayúscula— (y no Encyclopédie, como dicen los esnobistas) de Diderot y d’Alembert. Esta función la cumplían los gabinetes de curiosidades, colecciones extraordinarias que inventariaban la diversidad universal hasta entonces conocida para exhibirla ante fascinados espectadores (como el Aureliano Buendía que de niño conoció el hielo) que algo aprendían. Es por eso que han sido calificados como antecesores de los museos modernos. Quizá su bemol sea su condición, primero noble, después burguesa, por lo que aquí nos proponemos democratizar o al menos despojar de ese infame atributo a este interesante concepto: el gabinete de curiosidades. 

 

 

*   *   *

 

 

Inauguremos este gabinete de curiosidades con un vistazo a la poesía de T.S. (léase te ese y no ti es, pues lo mencionamos en español) Eliot, de quien el pasado 4 de enero de este 2025 se cumplieron 60 años de muerte: por este motivo, para países como Venezuela y Paraguay, su obra queda en dominio público, a Colombia le faltan 20 años y a su natal Estados Unidos, un década. 

 

Comencemos con una peculiaridad: Inventos de la liebre de marzo, un libro que recoge los poemas escritos por Eliot en sus primeros años tras la llegada a Inglaterra (no olvidemos que se trata de un autor nacido en Norteamérica, aunque fallecido en Londres como ciudadano británico, 17 años después de haber recibido el Premio Nobel de Literatura en 1948); allí entabla relación con Ezra Pound, quien fue una suerte de mentor, corrector y editor. Lo curioso es que esta prístina obra no se incluye en las Poesías completas en dos volúmenes que publicó Visor Libros a partir de la edición de Christopher Ricks y Jim McCue con traducción de José Luis Rey y, sin embargo, a la misma editorial debemos este libro en versión bilingüe, con traducción, prólogo y notas de Dámaso López García, un especialista en literatura inglesa y norteamericana. 

 

Este título, a diferencia de la obra poética completa —o casi—, se encuentra en las principales librerías bogotanas, y ambos están disponibles en bibliotecas públicas; de hecho, lo leí a través de Digitalia hispánica —base de datos de publicaciones electrónicas en español— como usuario de la Red de Bibliotecas del Banco de la República.

 

Vemos un ejemplo del talante de esta primeriza, por decirlo de alguna manera, poesía: 

 

Señoras mías, a quienes mis atenciones tantas veces han servido

Si consideran que mis méritos son escasos

desvaídos, alambicados,

Magnilocuentes, de mal gusto, fantásticos,

Monótonos, absurdos, estreñidos

Un galimatías impotente

Amanerados, acaso imitados,

Por el amor de Dios, métanselos por el culo.

 

Cuando con pie de plata camine usted

Entre Teorías esparcidas por el suelo

Llévese mis buenas intenciones con todo lo demás

Y después, por el amor de Dios, métaselas por el culo.

 

[de “The Triumph of Bullshit”]

 

Pasemos ahora a Poesías completas, volumen I: poesías publicadas, y otras no recogidas en libros (1909-1962): en los comentarios a “Los hombres huecos” (1925), refiriéndose al epígrafe, tomado de El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad, encontré una interesante lección de Eliot, quien decía:

“La importancia de Conrad y James se da en varios niveles. […] Éstos son escritores a quienes merece la pena sucumbir durante un tiempo… La prosa se desarrolló más que el verso durante este período. Los poetas modernos (Pound y yo mismo) se nutrían más de la prosa que del verso.” (p. 831). 

 

Esto me hace pensar, a contrapelo, en los títulos de novelas de escritores gringos provenientes de versos: por quién doblan las campanas de John Donne usado por Ernest Hemingway y no es país para viejos de W.B. Yeats, tomado por Cormac McCarthy. Y en últimas, esa comunión de géneros que es la creación literaria para la que no hay esas molestas fronteras que tanto valoran los más deleznables seres humanos, que ni siquiera hombres huecos son. 

 

Y hablando de “Los hombres huecos”, este es uno de los poemas que forman parte tanto de la selección de La poesía de T.S. Eliot (Bogotá: Sociedad de la Imaginación, 2006) como de “Yo soy la gente, la muchedumbre”: antología bilingüe de diez poetas norteamericanos y uno británico (Medellín: Augusto Paniagua Pineda, 2021), libros traducidos y comentados, así como Ensayos selectos 1917-1933 de T.S. Eliot (Bogotá: Sociedad de la Imaginación, 2008), por Fernando Hernández Vélez, un autor colombiano nacido en Pereira en 1955, al que me llevó la búsqueda de Eliot en español. Muy recomendable. 

 

Unas palabras tomadas de la solapa de su libro que reúne poesía de Angelou, Ashbery, Eliot, Ginsberg, Kunitz, Hughes, Plath, Sandburg, Sexton, Whitman y W.C. Williams sirven para ilustrar lo interesante que puede llegar a ser Fernando Hernández Vélez: 

…mensajero, soldador, sociólogo, poeta y traductor del inglés: pensador de sí mismo, reflejado en la profundidad de sus poemas.

“Dejé los estudios cuando cursaba segundo de bachillerato para irme a trabajar de mensajero en un supermercado, luego a los 16 años entré al SENA a estudiar soldadura y a los 18 años viaje a Norteamérica en busca de la pesadilla americana”.

“Más interesado en el lado oscuro del ser humano que en cualquier virtud que pueda este tener”.

…fue discípulo de los poetas John Ashbery y Allen Ginsberg…

Residió 18 años en New York…

 

Este título se consigue en alguna que otra librería o biblioteca de Medellín. 

 

Si bien la consagración y aun la canonización (pese a que Harold Bloom —crítico y teórico literario judeoamericano, prescriptor del canon occidental por antonomasia— consideraba prescindible a Eliot) parece abarcar la totalidad de los escritores y agotar las posibilidades de decir algo más o algo nuevo, de una mirada distinta, de otra lectura, es solo una apariencia: siempre hay manera; la percepción, la opinión, el juicio sobre un autor y su obra también se desgastan como la pintura en una pared y se requiere una nueva mano, con colores y texturas que antes no había. 

 

Cerremos este gabinete de curiosidades deseando que no ocurra como al final de “Ejercicios para cinco dedos” (Five-Finger Exercises) donde el propio Eliot escribe: 

¡Qué desagradable que te presenten al Sr. Eliot! (How unpleasant to meet Mr. Eliot!)

…sino que sea como al principio: qué agradable conocerlo. 

 

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* Pablo Estrada (Bogotá, Colombia). Profesional en Estudios Literarios de la Universidad Nacional de Colombia y Magíster en Estudios Editoriales del Instituto Caro y Cuervo. Egresado de los talleres distritales de cuento, crónica y novela Ciudad de Bogotá. Ha sido gestor editorial de revistas científicas, editor e investigador; así como creador e integrante de proyectos y grupos culturales como Superficies, el negacionismo y Caterva. Ha participado en festivales y eventos literarios en Colombia. Textos suyos se encuentran en revistas, periódicos y antologías. Tiene publicados los libros de poesía El fuego en la herida (2010) y Entre esto y aquello (2015), y la novela Los miércoles también llueve vol. 1 (2020). Está incluido en Poetas que hay que morir, antes de leer (2013).

 

 

Comentarios: 1
  • #1

    Diego (viernes, 28 febrero 2025 18:07)

    ¡Buena master!