Piedad Bonnett
Septiembre, 2018
Amalfi, Antioquia, 1951. Licenciada en Filosofía y Letras de la Universidad de los Andes y profesora de esta Universidad desde 1981. Tiene una maestría en Teoría del Arte, la Arquitectura y el Diseño en la Universidad Nacional de Colombia.
Ha publicado ocho libros de poemas: De círculo y ceniza (Ediciones Uniandes, 1989, reedición de 1995), Nadie en casa (Ediciones Simón y Lola Gubereck, 1994), El hilo de los días (Norma, 1995), Ese animal triste (Norma 1996), Todos los amantes son guerreros (Norma 1998) Tretas del débil (Alfaguara, Punto de lectura, 2004) Las herencias (Visor, 2008), y Explicaciones no pedidas (Visor, 2011)*.
Hoy creo poder concluir que escogí la escritura, inconscientemente, como forma de automedicación. Ante la dificultad, la impotencia, o la experiencia del sinsentido, unos se embeben en el trabajo, otros se dejan arrastrar por la superficie de las aguas, y otro más rezan y se encomiendan a la divinidad, o simplemente huyen… Yo escribo. Leo y escribo.
En principio, esta doble actividad tiene mucho que ver con la búsqueda del placer. Leer y escribir son para mí formas de felicidad. Pero, a largo plazo —y como los efectos terapéuticos de la escritura, aunque no buscados, son evidentes — son también la forma en que tramito mis desavenencias con el mundo y conmigo misma, que mitigo los naturales dolores de estar viva y que sano un cuerpo que necesita de la palabra escrita. Y por eso, tal vez es que me rindo a la escritura cada vez que me llama: porque nace en mí de eso que la filosofía llama “necesidad”: lo que no puede no ser.
Pero la escritura es también, en segunda instancia, la forma en que interrogo la realidad o la interpreto, y en la que manifiesto mi asombro al misterio y la belleza del mundo. De modo que en la raíz del proceso creador reconozco un impulso que une la necesidad, la emoción y la razón. Y es de ese juego de factores, variable, que no busca equilibrios, que, a mi modo de ver, nace la literatura.
He dicho en otras partes que la escritura no puede desligarse del tiempo: del subjetivo, que fluyen en el yo que escribe, y del histórico, el que nos condiciona a un aquí y una ahora frente al cual no hay apelación posible. Entre esos dos tiempos, además, es imposible fijar un límite; más bien habría que decir que el primero vive, aunque siempre de manera particular, dentro del segundo. Es por eso que no puede hablarse de una poética definitiva, sino de una que va mutando de acuerdo a nuestra experiencia vital y a nuestra interrelación con el momento que vivimos. Es imposible, pienso, que la poética del escritor de veinte años sea idéntica a la de él mismo en la madurez o en la vejez: porque ese hombre ha ido siendo labrado por el tiempo, que en su caso está habitado, entre otras cosas, por múltiples lecturas y por una búsqueda perpetua, la de su propia escritura. Incluso diría, arriesgándome, que toda poética se enuncia en el filo que une el presente y el futuro, pues cada vez que surge un proyecto en la mente, del escritor trae aparejada la intención de renovar las formas ya experimentadas, pues escribir implica siempre aventura y riesgo.
Se puede, pues, enunciar una poética a posteriori, casi que, como balance de lo ya hecho, o desde un presente de la escritura en marcha, que es apenas intento, ensayo, propuesta. Yo trataré de hablar desde el presente, pero recogiendo todo lo que del pasado pervive en mi poética de hoy, y trataré de que esta quepa —más como límite que yo misma me impongo— dentro de los límites de un decálogo.
1. Creo en la poesía que comunica. Pero no significa esto que su lenguaje deba ser directo, ni claro, ni necesariamente portador de ideas. Ni que un sentido diáfano se imponga después de la lectura del poema. Ni que el poeta condescienda con el lector, y sólo le ofrezca lo sencillo. Pero sí que este sienta que el poema lo acoge, aunque sea de forma oscura. No me interesan ni los hermetismos deliberados, ni, en sentido contrario, lo que nada sugiere, lo que no tiene pliegues. No es por la vía de la razón sino de la intuición del lenguaje como entramos al poema, y una emoción que nos exalta debería quedar en nosotros después de leerlo y un margen de oscuridad que en vez de alejarnos sea una invitación a volver a él.
2. Creo en la música como valor supremo de la poesía, pero, como propone Elliot, en una música que provenga del habla. Y en que los ritmos nacen de las necesidades del poema, le dan su forma, y traducen una música interior y única.
3. Creo que la imagen es consustancial a la poesía, pero que debe ser humilde como quería Borges. Detesto en ella todo lo que suene a pirotecnia o a mero exhibicionismo. Le temo a los excesos verbales y i poesía se ha sentido siempre muy lejos del barroco, aunque muchos barrocos me sigan seduciendo. Y aun amando la imagen, creo que hay una gran poesía que prescinde de ella.
4. Creo que todas las palabras de una lengua pueden estar en un poema, y que no hay unas que sean más poéticas que otras. Aun así, la conciencia que el escritor tiene de su lengua y de su tradición literaria, lo lleva a saber cuáles han sido manoseadas o ya no tienen alientos. Antes que relegarlas, creo que el poeta debe insuflarles una segunda vida.
5. Creo que la poesía debe ser libre, que nada puede constreñirla. La poesía, no acepta servidumbres ni amos: no reverencia ni la moda, ni la crítica, ni se deja dominar por las ideologías. El poeta escribe desde sus más profundas necesidades, y trabaja haciendo que la lengua se rebele contra todo lo que la oprime.
6. Creo que toda poesía se debe a su tiempo y por tanto no puede permitirse el anacronismo. Tácitamente dialoga con toda la poesía de su momento, y expresamente jalona la lengua para llevarla a lugares no explorados.
7. Creo que toda poesía nace del conocimiento de una tradición, pero que su deber es renovarla. Me interesa trabajar en ese límite, y que en el poema haya huella de otros —puesto que la originalidad total no existe — pero también un sesgo que la haga única.
8. Creo en la honestidad como valor del poeta. En que nada del poema sea impostado ni complaciente.
9. Creo en que toda poesía que esté a la altura de su tiempo es necesariamente política.
10. Creo que nada de lo dicho anteriormente es verdad absoluta. Que es mi credo hoy, pero que nada es para siempre.
(Tomado de “Poética de los poetas” – Universidad Externado de Colombia, 2014)
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* En marzo de 1998 Arango Editores publicó una antología poética suya con el título No es más que la vida y en junio del mismo año editorial Pequeña Venecia de Caracas una selección poética. Su Antología Lo demás es silencio fue publicada en España por Editorial Hiperión en 2003, siendo la segunda colombiana incluida en la prestigiosa colección. El primero fue José Asunción Silva. En 2008 aparece Los privilegios del olvido, antología de Fondo de Cultura económica prologada por José Watanabe, y en 2012 Fuoco fatuo, antología de poemas en italiano publicada por la editorial Forme libere de Trento, con traducción de Luca Baú.
Piedad Bonnett es autora de cuatro novelas, Después de todo (2001) Para otros es el cielo (2004) Siempre fue invierno (2007) y El prestigio de la belleza (2010), y de unas memorias sobre la muerte de su hijo, Lo que no tiene nombre (2013) obras todas ellas publicadas por Editorial Alfaguara. También ha escrito cinco obras de teatro, Gato por liebre, Que muerde el aire afuera, Sanseacabó, Se arrienda pieza, y Algún día nos iremos, montadas por el Teatro Libre bajo la dirección de Ricardo Camacho. Este grupo utilizó también su versión en verso de Noche de epifanía de Shakespeare para uno de sus montajes. Una traducción suya de la misma obra hace parte de la Colección “Shakespeare por escritores” de Editorial Norma (1999-2.000) Su traducción de El cuervo, de Edgar Allan Poe, fue publicada por El Ancora Editores en 1994.
Reconocimientos
Con el primero de sus libros, De círculo y ceniza, recibió mención de honor en el Concurso Hispanoamericano de Poesía Octavio Paz, (Festival de Arte de Cali, Cali, Colombia) Con El hilo de los días ganó el Premio Nacional de Poesía otorgado por el Instituto Colombiano de Cultura, Colcultura, en 1994 y con Explicaciones no pedidas el Premio Casa de América de poesía americana 2011 (Madrid) En el XIV Encuentro de Poetas del Mundo Latino, que tuvo lugar en Ciudad de México y Aguascalientes entre el 25 y el 31 de octubre de 2012, le fue otorgado el premio de poesía Poetas del Mundo Latino Víctor Sandoval 2012 por su aporte a la lengua castellana.
Fue merecedora, en 1998 de una de las Becas de Investigación del Ministerio de Cultura, con el proyecto “Cinco entrevistas a poetas colombianos”, que da origen a su libro Imaginación y oficio, publicado por Universidad de Antioquia, 2003. Y en 1992, de la Beca Francisco de Paula Santander para un trabajo de dramaturgia.
Cuentos y ensayos suyos han sido publicados en distintas revistas y periódicos del país y del extranjero. Ha representado a Colombia en numerosos encuentros de poesía (Granada (España), Córdoba (España), Morelia (México) Rosario (Argentina) y Medellín (Colombia), entre muchos otros, y en encuentros literarios como el Festival de Literatura de Berlín y el Hay Festival de Segovia. En 2008 fue la poeta homenajeada por la Consejería para la equidad de la Mujer de la Presidencia de la República, durante la Feria del libro de Bogotá.
Poemas suyos han sido traducidos al italiano, al inglés, al francés, al sueco, al griego y al portugués.