Poética del grito: dulcificado sea tu nombre

 

Por Juan Manuel Mancilla*

Agosto, 2024

 

 

Carolina Cárdenas es una poeta colombiana que estuvo visitando Valparaíso el semestre pasado. Como parte de las varias actividades que realizó (lanzamientos, presentaciones, recitales) también publicó dos libros: Después de la nada (2023) y Caen cenizas sobre la ciudad (2021), ambos textos editados por Conunhueno, sello porteño a cargo del poeta y gestor César Hidalgo Vera.  

 

En esta ocasión, comento algunas entradas a la que pareciera ser la obra precedente de una secuencia en desarrollo, por cierto, relevante tanto en su propuesta estética, como así mismo por los problemas que enuncia, principalmente conectados con los dolores humanos cuyo origen, indudable, está en la práctica eficaz de necropolíticas que definen las vidas que importan frente a otras que son expulsadas y condenadas a transitar vejatoriamente por este presente denso, injusto, complejo y politraumatizado. Precisamente, sobre estos últimos escenarios es en donde se inscribe la poesía de Cárdenas y es lo que paso a detallar. 

 

Ya el título de la obra abre una conexión con dos aspectos inmediatos: la imagen apocalíptica y, la otra, la ciudad devastada por este acontecimiento de carácter destructivo. Por supuesto, tanto la ciudad como la imagen evocada son metafóricas del mundo presente. Nuevo siglo, con una otra década inaugurada por catástrofes varias, entre pandemias y emergencias médico-sanitarias. O devastaciones a nivel climatológico-geográfico, que incluyen incendios multitudinarios e inundaciones que no dan tregua al cuerpo-mundo, y todo lo que en ello habita o existe. 

 

Pues, así, la obra de Cárdenas aborda tal régimen de acontecimientos que no solo afectan el diario vivir humano y animal, sino también la manera en que se las tienen que arreglar para enfrentar estos modos de vida terroríficos que impactan de miedo y rellenan de ansiedad el espacio psíquico y sus proyecciones imaginarias. 

 

La obra tiene una organización textual bien definida, la cual se estructura en seis capítulos, de los cuales los tres últimos (4-5-6) corresponden a un Diario del dolor. Tanto los primeros como los últimos capítulos se organizan en torno a dos elementos simbólicos permanentes: el grito y la locura, en cuyo centro se sitúa un yo que en las primeras partes oscila entre la representación y relación con los “otros”, hasta llegar a lo más íntimo y cerrado de esa propia subjetividad, tanto así que queda expresada en un registro-bitácora del diario vívido de la muerte acechante.

 

Otro elemento importante del texto es que todos los poemas tienen una suerte de dedicatoria, que es una especie de discurso o línea paralela a través de la cual se va también vertebrando la textualidad, pues los destinatarios de tales dedicatorias serían todas aquellas personas que el sistema (capitalista neoliberal) expulsa, somete, controla y castiga. De tal manera, indigentes, prostitutas, obreros, oficinistas, travestis, ambulantes, proletarios, trans, desplazados, olvidados, miserables, exiliados, hambrientos, bipolares, etc., conforman la geografía humana desposeída, la cual se transforma en el trasfondo de esta ciudad-escenario por la cual transita la hablante contemplando la devastación acaecida. 

Ciudad distópica que bien puede ser cualquiera del tercer mundo, como así del primero, pues son también los espacios por los cuales estos mismos tipos humano-fantasmales (almas en pena) deambulan y transitan intentando sobrevivir bajo condiciones nefastas que el sistema (económico, político y social) les predetermina. 

 

La obra tiene un componente apocalíptico ya desde el título. Esta visión escatológico-religiosa se afirma también en las invocaciones o enrostramientos a Dios que la hablante despliega a través de una expresión o gesto que se transforma en tropo constante: el grito.

 

Se trata, pues, de una voz que grita los pesares. En este punto, dos aspectos llaman la atención. No queda claro el destinatario de aquel desesperado gesto corpóreo discursivo. Presumiblemente sea Dios, pero pensamos que se trata del Dios del Capital, que efectivamente, no tiene rostro. Aun así, esta ausencia de destinatario agrega un grado de “desesperación”, pues pareciera que nadie (o la nada con la cual finaliza la obra) se hace cargo o nadie se compadece por estos aullidos y múltiples llamados que realiza la hablante. No son infructuosos, pensamos, porque ya el hecho de hacerlo es una resistencia, aunque por el momento no entregue “frutos” o respuestas “positivas” paliativas de la destrucción y la desgracia. 

 

Por otro lado, estos gritos son sumamente particulares, pues estilísticamente se trata de versos y formas muy melódicas, incluso dulces, los que contrastan con aquello que enuncian. Tampoco vemos en ello un “error” o una incoherencia entre el plano de la expresión y el del significado, sino, precisamente, observamos en ello aquella cualidad de la poesía: un arma, la única quizás, que puede matar sin asesinar. Un arma cargada de buenas intenciones, que además brinda bálsamo y otorga cura precisamente en el incendiado escenario de dolor, sacrificio y mortandad a través del cual se desplaza la hablante en su contemplación dantesca. 

 

Decíamos que en la obra hay una repercusión de carácter religioso, tanto así que efectivamente resuena la Divina comedia de Dante y su peregrinación por cada uno de los círculos infernales. Solo que aquí, y como signo de los tiempos, la hablante no va acompañada de ningún Virgilio o de una entidad mayor que le sirva de apoyo, contención y guía para no morir en el recorrido. En la obra de Cárdenas, la hablante transita sola, rasgo o cualidad que la hace todavía más “valerosa”, pues se enfrenta a todo el signo maléfico sin más protección que su decir, amparado en lo justo y lo bueno. 

 

Finalmente, podríamos agregar que se trata de una obra plena: de autoridad, tanto en el oficio escritural y poético, como en el estatuto que aquí alcanza la poesía en tanto potencia que tiene la capacidad de transformarse a la vez en corpus y habeas corpus de los y las oprimidos que resisten admirablemente la caída del mundo y las cenizas incandescentes posteriores a la destrucción. Ojalá la destrucción de un mundo atroz por otro veraz. 

Como muestra y dedicado a los olvidados, “Universo sin palabras”, para invitar a la lectura, tan necesaria como vagidamente conmovedora: 

 

 

Hay tanta vida incierta.

Tantos que somos invisibles,

tantos sumergidos en universo sin palabras,

en días en que a nadie

le importa si morimos o gritamos.

Si cerramos los ojos

nos hacemos a un lado.

Aprendemos a ser perros con sarna,

moscas de las que todos huyen,

cucarachas que se revientan contra el pavimento.

Entendemos: somos un instante que nadie recordará.

 

 

CAROLINA CÁRDENAS JIMÉNEZ

 

Narradora, poeta, columnista, docente y editora colombiana. Licenciada en Humanidades con énfasis en Lengua Castellana. Postgrado en Creación narrativa de la Universidad Central. Fundó la revista literaria Gavia de la Universidad Distrital (2005), la cual dirigió y editó. Becaria (Universidad Central) del Diplomado en Creación Literaria (2006). Becaria (IDARTES) del Taller de Novela Ciudad Bogotá (2015). Llenando de colores el silencio (2024, Editorial Atenea). Después de la nada (2023, Conunhueno). Caen cenizas sobre la ciudad (2021, Conunhueno). Finalista en el Concurso de poesía Nueve editores con la obra Después de la nada (2021). Premio Internacional de Poesía, Rostros para autores con un rostro. Accésit, con las obras Ninguna tierra me habita Y sin embargo soy (2018). Ganó el concurso de cuento Estímulos a la Creación Artística (2006) con el libro Parajes inesperados. Ganó el segundo puesto en el Concurso Nacional de cuento El Túnel (2011) con el texto A la deriva. Finalista en el Concurso Nacional de Cuento La Cueva con el texto Mañana será otro día (2012). Fue columnista en el Periódico El Mañana, en México, y Tres mil, suplemento Cultural de El Salvador. Actualmente, columnista de un blog en El Tiempo (Colombia) y colaboradora en Revista Mal de ojo (Chile). 

 

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* Juan Manuel Mancilla. Poeta, músico. Doctorado Literatura Universidad Católica de Valparaíso (Becario Agencia Nacional de Investigación-Chile 2019-2023). Diplomado Literatura Comparada (Universidad Adolfo Ibáñez, 2015). Magister en Literatura Chilena (Universidad de La Serena, 2010). Licenciatura en Castellano y Filosofía (Universidad de La Serena, 2003). Su área de estudio es la poesía y narrativa chilena contemporánea desde perspectivas ligadas a los estudios comparados, visuales y culturales. Imparte cursos de Literatura de la Universidad Adolfo Ibáñez y la Universidad Católica de Valparaíso. Ha publicado una trilogía poética integrada por los libros: Arca (2014), Baúl (2015) y Testamento (2017). Su último libro de poesía es Estrella náufraga (2022). Ha sido beneficiado por el Ministerio de la Cultura y las Artes (Chile) para presentar su trabajo académico y artístico en instancias nacionales e internacionales.

 

Comentarios: 1
  • #1

    ROSAURA MESTIZO MAYORGA (jueves, 08 agosto 2024)

    Carolina Cárdenas, la poeta de la enorme poesía, no deja huella solamente con la contundencia de sus versos, además predice el apocalipsis de la ciudad desde el fuego que incendia y lo sepulta con la respuestas de la que fue la llama (las cenizas). Su poesía dice lo que tiene que decir y predice aquello que vendrá. Su poesía es esa vena que conduce a la resistencia y deja conmocionado y reflexivas las líneas a su lector. Por lo que me identifico totalmente con el texto que presenta su trabajo. Un abrazo para la poeta y mi gratitud a Chile por el orgullo que prohija tenerla entre sus poetas y en el lugar que Carolina se merece.

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