Zero y otros poemas de Ringo Cruz Gamba
Por Redacción editorial
Enero, 2023
Zero
La arena roía el esqueleto metálico de la motocicleta. Algunos trapos mal amarrados, sujetaban las ruedas y el manubrio para formar un círculo.
—Jamás supe decir adiós. —Es un reloj oracular el desierto —.Se zampo mil pastillas para dormir, mientras subía lentamente a lo eterno, para tocar la…
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De la arena brotó una gallina, caminaba sobre unos raros garabatos
que le servían de ornamento al círculo. A picotazos, se encaramaba por el pecho desnudo del hombre, hasta llegar a su boca, y allí adentro ponerle un huevo.
Lo último que se pierde es…
Un trueno rajará mi costado,
el arca emergerá por encima de las montañas.
Las ciudades caerán sumergidas
por el óxido de las pestes del pasado.
Tus palabras parecían estar llenas de fe.
Un olor nauseabundo se levanta después del verano.
Millares de cuervos ensombrecen los días.
Las mujeres con pañuelos sobre la nariz
llevan a sus hijos bajo las enaguas.
El hijo de Noé
te promete la nueva tierra.
En tu casa te cambian
Por dos burros.
Te preparan para partir.
¿Sabes algo que yo no sé?
En la posada dicen que tu suegro
vio a un Dios que nos es ajeno.
Llego el tiempo donde todo desaparecerá.
Frambuesas bajo tus senos,
mi amor no quiere someterte,
nuestros hijos monigotes de nuestros vellos púbicos,
llevan el nombre de mis padres, mientras eres mía.
Vientre seco.
¿El nuevo orden del único Dios te hará fértil?
Llueve.
Se rompe el orbe del cielo,
se rajan los mares.
Dices adiós encima del arca, veo tu vientre abultado
y tu nuevo esposo subiendo la escalera;
los cuerpos flotan encima de los árboles,
arriba de una tabla, grito tu nombre.
El arca se pierde en el oleaje.
Los pájaros se comen los piojos de mi cabeza
comen lo que algún día fui.
****
Adán esta viejo, no desea sobrevivir,
rema y rema, por el temor a Dios.
En la balsa te aferras a un cachorro humano.
Y me mandas besos, y hablas de decisiones apresuradas.
Cuando las aguas del diluvio se filtraban bajo las puertas.
Has amarrado la estufa, la escoba
a tu balsa.
Has convertido el refrigerador en una cuna.
Corres a tu pequeña barca que hace agua
con mocos y pan, cubres los huecos de la fuga.
Y en el juicio final,
declaras que aprendiste hacer tortas de leche.
Nuestros hijos continuarán tensando la piel de cordero
izando las banderas de nuestro clan.
El hijo del César está en una habitación oscura y leprosa.
Se han organizado los ejércitos,
y la sangre se mezcla con la salmuera
carne sobre los cuchillos.
A ambos extremos,
nuestros hijos sosteniendo las cuerdas del puente colgante.
La cuidadora
Mi nana fue una jovencita de liceo,
mamá le pagaba algunas monedas
para proteger a su cachorro.
La vida era dura en el barrio.
La primera vez que mi gusanito
se puso furioso bajo el pantalón,
fue pensando en la vez que se quitó
el sostén frente al espejo;
mientras yo jugaba en el patio de su casa a la rayuela.
La primera vez que rompieron mi corazón
fue cuando ella lloraba por un chico,
con cinta adhesiva lo pegué a mi costado,
que iba a saber yo dónde queda el corazón.
Y volvió a latir cuando dijo que era un niño lindo.
Siempre me escondía tras la ventana
esperando a que volviera a quitarse el sostén.
¡Aun ahora lo hago!
ella está llegando a los cincuenta,
y yo aún no termino de remarcar las líneas de la rayuela
con las pajas de mi amor.
Un dios pobre
Cuando había decidido dejar mi fruta en su frutero.
Cuando había dejado de pincharme la vena.
Mi lápiz dejó de escribir.
Dios, he perdido a una mujer,
las cuerdas de la ropa vacías.
Mientras suena en la radio:
Mi lápiz dejó de escribir.
Grita.
Grita.
Jesús no era un dios era nuestro hermano.
Mientras suena en la radio:
Mi lápiz dejó de escribir.
Cuando se la hundía al mundo,
cuando bebíamos vino con el César, cuando Judas se colgaba, Mientras suena
en la radio: Mi lápiz dejó de escribir. Cuando el mapa del tesoro era claro,
cuando había detenido la fiebre amarilla,
cuando tenía un anillo de oro.
Mi lápiz dejó de escribir.
Cuando la serpiente bajó la guardia,
cuando tenía un empleo de medio pelo,
cuando habíamos detenido el conteo del fin del mundo.
Mi lápiz dejó de escribir.
Cuando fui invitado al discurso papal,
cuando estaba en la mira el hijo del César.
Mi lápiz dejó de escribir.
Cuando entendía los salmos apócrifos,
cuando había luz en el Necronomicón,
cuando por fin entendía tu amor.
Mi lápiz dejó de escribir.
Ahora solo quedan los barrios pobres de Roma,
los besos avinagrados de la resignación,
el vulgar trabajo del pan por el pan,
los crucificados pidiendo clemencia en un show eléctrico.
Cuando podía ser un dios de las montañas.
Suena en la radio:
mi lápiz dejó de escribir.
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Ringo Cruz Gamba nació el 23 de mayo de 1979 en Bogotá, Colombia. Su primera publicación fue una investigación sobre la frontera de las áreas artísticas titulada «Poesía sonora», en la Revista de Investigaciones en Música, Literatura y Artes Plásticas, de la Universidad Autónoma de México. También ha publicado «Capitán banana», en la revista Vanalidades, editor Harold Ferreira, de la Universidad Nacional de Colombia; «Qué bicho te picó» en la revista Retruécano en México, «Corazón esférico» en El narratorio. Antología literaria digital, Argentina. Trabajó con el colectivo de artes La Ratonera y Los Toxic Boys en la publicación de sus discos: Ángeles chirreteados, Hemos perdido el contacto (postales internacionales). Carne de iguana de la editorial Hoja en Blanco. Culebrilla editorial 9editores un compilado de relatos sobre personajes afectados por el ambiente, la desesperación y el dolor.
Profesional del área de las ciencias humanas, con amplia experiencia en el campo de laboratorios artísticos, promoción de culturas escritas, la investigación, la gestión social y la creación artística, importantes habilidades lúdico-creativas; actividades que desempeña en espacios institucionales y alternativos-independientes, con sentido social y comunitario. Músico y escritor experimental desde lo interdisciplinar, desde los performances y productos sonoros con interacción con otros lenguajes artísticos.